El bullicio sigue intacto. Son los gritos y las risotadas los que se oyen por doquier. Voces casi imposibles de apagar, características del centro de la ciudad, donde converge el comerciante, el marabino y, aunque poco, también el turista.
A media mañana, la cotidianidad es interrumpida con el impacto de la maquinaria de la Alcaldía marabina sobre los locales informales que ocupaban el Unicentro Las Pulgas, como sucedió con diversas zonas del casco histórico.